Barcelona, 15 de marzo de 2010: Paul Johnson y la pista giratoria

Querido Andrés,

te lo cuento aquí, a tí y a los que lean. Llegamos a Becool a eso de la 1, hicimos tiempo en un pub que hay al lado con ambiente juvenil. Como es en la zona alta el ambiente es tranquilo, sin grandes estreses. En la entrada del garito anunciaban a Paul Johnson a las 4. ¡A las 4! Bendita paciencia, volvemos al pub, fui con @listocomics, al que hacía años que no veía y, por suerte, me entretuvo con sus historias de instituto (es profesor de tecnología en un instituto del barrio de San Roque, en Badalona) y con otros temas en la línea de sus cómics. Él no está muy metido en la electrónica, pero le gustó la primera parte, con el residente Djohnston, por lo ochentero del house clásico que pinchó.

Sabes, o deberías, que el Becool está en la plaza Joan Llongueras, en el local que acogió el Nitsa en sus inicios. Y que era famoso por tener una pista giratoria, pista que ha vuelto a funcionar desde hace unos meses. Da vueltas lentamente. La pararon cuando empezó Paul Johnson. Cogió el micro y dijo: Hace diez años que no he estado aquí, así que preparaos para bailar. Y temazo. Pero estuvo muy disperso en la primera hora. A los diez minutos ya estaba pinchando Get Get Down y al poco mezcló Samba de Janeiro, con el Knight of the Jaguar. Estaba tanteando, podía pinchar una joya y luego perderse, poca línea argumental. Creo que era por el público, tenía ganas de gustar, le aplaudían y subían a hacerse fotos, pero no conectaba. Le iban mejor los hits que el old school anunciado. Sí lo pinchó Djohnston antes, mucho más académico y estricto, pero tampoco le hicieron mucho caso.

A eso de las 5 y un minuto se puso más duro y más funky, más chicaguero, fueron tres cuartos de hora maravillosos. El listo ya se había ido, y como tenía un pie lesionado me apoyé en una columna junto al escenario. Johnson, que ya lleva muchos años en esto, pincha como el que hace churros. Lleva una funda de CDs, mira unos segundos, coje uno, lo mete en el reproductor, play, pitch y sube el volumen. Unos 7 segundos desde que echa mano del CD. Ésa es la parte autómata que me sorprendió, pero luego está el Johnson que canta, palmea, y cierra los ojos.

Volvió a funcionar la pista giratoria. Yo estaba a un par de metros, cuandos se dio cuenta me miró sorprendido (era el único quieto), haciendo el gesto de girar y de “están locos”. Se sacó la cámara y se puso a grabar. Claro, la pista iba dando vueltas y cada vez que pasaban delante de él le jaleaban, como si echarán leña al fuego, y Johnson flipando, con una mano la cámara y con la otra pinchando. Me lo imagino de vuelta en Chicago: estuve en un club en España y cuando me di cuenta la pista se estaba moviendo. Le acompañaba un colega, que por cierto, creo que un primo suyo sale en The Wire, y se pasó un buen rato girando.

Me fui cuando pinchó French Kiss. En el guardarropa un chaval me preguntó si había visto a un amigo suyo que llevaba sombrero. No. Y me dice: “pero no es un sombrero de cuerda, es de cinta”. Me gustó este detalle sobre el sombrero, a saber a qué se refería con la cuerda, así que hice memoria. Sí, abajo a la derecha. Espero que llevara el sombrero correcto.

Como no tienes Spotify no puedes escuchar esto. Lo pongo aquí: House Master Boyz & Rude Boy Of House – House Nation (Simply, 1987)

Anda, cuenta algo divertido de tus clases, alégranos un rato.

Barcelona, 28 de diciembre de 2009. El atraco.

Querido Andrés,

en Nochebuena cogí un taxi para ir a cenar a casa de mis padres. El conductor era simpático, ecuatoriano. Doce años en España, no ha vuelto ni tiene ganas de volver a su país. Le pregunté por la música del Valle del Chota, me dijo que es la región con más negros de Ecuador. Es verdad, llevaron a los esclavos africanos. De allí han salido futbolistas, no me preguntes cuáles. Dice la wikipedia que “su principal manifestación es la música y su destreza para bailar y tocar la bomba, el tambor y otros instrumentos muy rudimentarios y se dedican a las labores agrícolas”.

Llegamos a destino, bajo del taxi y camino los 40 metros hasta el portal. Cuando estoy metiendo la llave en la puerta veo a un chaval corriendo, me mira, se para, y viene hacia mí: “Me persiguen, me han apuntado con una pistola, déjame entrar”. Y mientras entramos y cierro la puerta rápido, pienso, ¿y si es un truco para atracarme a mí? Pero me lo creo, está temblando. Me dice que es el encargado del Caprabo que hay al lado, que era el último que quedaba y que al salir y cerrar la puerta se le han aparecido dos tipos con “pasamontañas hasta la nariz” (braga, entiendo), y una pistola, y le han dicho: “No corras, no corras”. Y se ha puesto a correr. No sabemos si están dentro de la tienda robando o si se han ido.

Como el portal de casa de mis padres tiene unos ventanales grandes a los lados, le digo que nos apartemos, no vaya a ser que se monte un tiroteo y se complique la noche. Porque verse involucrado en un tiroteo en Nochebuena es un giro del todo inesperado. Nos escondemos, pero no del todo, él tira sus cosas al suelo, yo no dejo de mirar a través del cristal por si veo a los atracadores. Le digo que llame a la policía. “Eran dos, bla, bla… de aspecto magrebí… me han puesto una pistola en la cara”. Luego llama a su jefe: “…creo que he cerrado bien, si no, saltaría la alarma… estoy en el portal de al lado con un señor (el señor soy yo), es un cliente…” Me mira, ni asiento ni niego, he comprado tres veces, no vivo ahí, pero al jefe eso no le debe interesar. Tengo ambas conversaciones grabadas en vídeo con el móvil, pero entre que desde el HTC no puedo exportar por Bluetooth a Mac, y que no sé si es legal reproducir el audio, no lo colgaré.

La policía tardó bastante, más de diez minutos creo. Llamé a mis padres para decirles que estaba en el portal con el del Caprabo, que le habían intentado atracar, esperando a la policía. Y me dijeron: “Vale”.

El chico me explica que hace unos días la empresa envió un e-mail advirtiendo sobre los riesgos del cierre y los atracos. Y esa misma tarde se lo habían dicho de nuevo. Tenía algo de preclaro, cuando dice “nunca sabes cómo reaccionarás si te apuntan con una pistola. No corras, no corras, sí, no corras… pues yo he corrido”. “Yo no sé qué habría hecho ni qué hay que hacer pero te ha salido bien”, le digo. También es ecuatoriano, podría haber sacado el tema del Valle del Chota, pero ya sería demasiado gag.

Al rato se asoma un hombre por el cristal: “es aquí, es aquí”. No sé si abrir, miro al del Caprabo, el hombre saca una placa de policía, abro la puerta. Son dos mossos de paisano. Empiezan con las preguntas. Yo no he visto nada. Se van hacia el Caprabo, le doy una palmada en el hombro al chaval, que vaya bien. Me da las gracias, un día de estos iré a saludarlo.

Después de cenar bebimos tu cognac armenio, es delicioso. ¿Se toma sin hielo, no? Otro día te cuento más.

Viva Ecuador: Chiquito y juguetón.

Yerevan, 14 de octubre de 2009 (segunda parte)

[Escrito por mi amigo Sergio, al que suelo escribir en la categoría Querido Andrés]

Querido Gin,

te explico a continuación lo que sucedió en el segundo día, postpartido.

Obvié en mi relato el recuerdo de un homosexual tatuado gritando en un bar la noche anterior “I love Iniesta. Fuck Madrid”. Lo cual me ha recordado, aunque no venga al caso, cómo cuando el Barça ganó la Copa de Europa lo celebré en un bar, donde estaba siempre aunque no tuviera nada que celebrar, y un ruso se acercó a mí para decirme “Iniesta is God”.

Básicamente, creí que tenía que intentar hablar con Andrés Iniesta dado que parece que el destino asocia a sus fans más inexplicables con mi persona. Bueno, pues por segundo día consecutivo aparecemos en el hall del hotel, siendo los primeros clientes del bar (estamos hablando de mediodía). Así que un café, para dar buena imagen, y posteriormente cervezas. Los jugadores tenían día libre, era domingo, y además el día de la ciudad. En la plaza habían organizado una especie de andamio gigante donde, se supone, habría un concierto estelar.

Conocimos al cocinero de la federación, con el que conversamos acerca de la ausencia de vegetales de calidad en esta ciudad, pero ensalzamos sus frutas (concretamente sus albaricoques) y su coñac, aprovechando para recomendarle la versión de 20 años, que debe comprar, y que hace poco degusté en un restaurante georgiano, con gusto para mi paladar y dolor para mi bolsilo.

Nos prometió darnos al día siguiente dos botellas de vino de la bodega de Aitor Karanka (exjugador de no excesiva fama), dándonos así la excusa para volver en el tercer y último día de la selección al hotel. Por último, mi colega le llevó a la puerta y le recomendó un supermercado (!) en plan “mira, ves esa calle, allí tuerces a la derecha, sigues recto dos minutos y lo verás”. No tiene pérdida.

Bajó Fernando Hierro con su ordenador portátil, al cual ni saludamos ni tampoco hizo el ademán de hacerlo él al ver que éramos españoles, y se parapetó en otra mesa con componentes de la federación, tan impresentables como él. Paradójicamente desde el momento en el que se conectó a internet se jodió nuestro wifi y la red local de teléfono durante HORAS. Debo decir que, para mí, sin dudas, él fue el culpable de la incomunicación que padecimos durante horas.

Apareció Vicente del Bosque, entrenador del equipo, con el que mi amigo se hizo una foto. En agradecimiento le soltó la siguiente perla. “Vicente, yo te conocí hace años, cuando era niño. Dabas un clinic sobre fútbol. Y tenías pelo entonces”.

Empezamos a escuchar barullo en la calle y vimos que la multitud se agolpaba, de espaldas al concierto, mirando a la puerta del hotel. Ya que los jugadores iban a llegar de su día libre. Entró primero uno que jugó en el español y ahora en el liverpool y llevo tres días pensando en su nombre y no me acuerdo. Paso de buscarlo en internet. Entró Piqué. Alguno más. Entró Casillas. Le dije a mi colega “mira, Casillas” pero no hice el más mínimo intento de levantarme. “Yo soy del atleti”, dijo mi colega mientras seguía mirando si su móvil funcionaba.

Entraron varios. Pero no Andrés Iniesta. Ya que la coordinadora de la selección recomendó a los que quedaban por venir que entraran por atrás. Frustrando mis posibilidades de preguntar a Iniesta por el mejor hotel de Fuentealbilla.

Pero el momento de la tarde fue el siguiente. Entró Sergio Ramos, defensa del Madrid. De repente, mi amigo se levantó y fue hacia él como una flecha. En realidad, mi amigo sólo quería ver a Fernando Torres por algún tipo de nostalgia atlética supongo. Se acercó y le dijo “Fernando, ¿te importa que nos hagamos una foto?”. Mientras yo sostenía la cámara, y Sergio Ramos pasaba el hombro por la espalda de mi amigo, en el momento en que yo hacía la fotografía, el jugador dijo “no soy Fernando, soy Sergio”.

Una vez mi colega le dio las gracias se sentó a mi lado y me dijo….”joder, ¿pero éste tío quién es? que dice que se llama Sergio”. Le expliqué que era un defensa y me dijo “ya me parecía raro que fuera Torres, por el pendiente brillante que lleva en la oreja y me ha dejado ciego”. Total, que su ilusión por poner la foto en facebook para mostrarla a sus amigos atléticos quedó destruida cuando le dije que jugaba en el madrid. “No me jodas”, dijo mientras me miraba con ojos de rata asustada. “Hostia, pues voy a borrarla”. Le convencí de que no lo hiciera porque pensé que era la primera foto de Fernando Torres disfrazado de Sergio Ramos que hay en el universo.

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Y al final apareció Villar de nuevo, dándonos su opinión sobre la unión europea, las federaciones de fútbol (o como “me opongo a hacer un grupo de federaciones ricas, cosa que me piden italianos e ingleses, me critican por robar el dinero pero mientras tanto soy el único presidente que lleva al equipo a países como Macedonia para jugar gratis”) y ligeramente sobre la prensa. Aprovechamos, por justicia, para agradecerle el hecho que siendo el presidente fuera, curiosamente, la ÚNICA persona de la delegación que nos trataba, a los españoles que vivimos aquí, con algo de calidez. “Ya os dije que ser normal es lo más difícil en esta vida”.

Así que me quedé con las risas de Villar en mi cabeza y con la intención de volver al día siguiente a por mis botellas de vino. Y preguntándome si Sergio Ramos pudo dormir esa noche.

Si quieres terminaré la historia. Por lo demás, paradójicamente, nos fuimos sin ningún autográfo de nadie ya que, sinceramente, no le veo utilidad alguna.

Saludos desde Armenia (la selección se fue, pero la gente sigue viviendo aquí. Lástima).

Yerevan, 13 de octubre de 2009 (primera parte)

[Escrito por mi amigo Sergio, al que suelo escribir en la categoría Querido Andrés]

Querido Gin,

Como sabes, en los últimos días he coincidido con la selección española de fútbol en Armenia. Ha sido una experiencia un tanto surrealista. Te explicaré algunos detalles.

Yo no había comprado entrada para ver el partido porque la verdad es que me da bastante lo mismo. El día antes me encontré en la calle con Manolo Lama y otros periodistas que nos preguntaron si habíamos venido a ver a la selección. Como si no tuviera otra cosa que hacer que irme a Yerevan a ver fútbol. Nos preguntaron por un bar, de modo que les recomendé uno gay, lo cual, curiosamente, terminó con la conversación. Les aclaré que en el resto sólo había putas.

Es fácil saber dónde anda la gente en una ciudad tan pequeña y no creas que había un revuelo muy grande por ver a los jugadores. De modo que decidí ir al hotel para ver si veía a alguien. Y me pasé la tarde con un colega en el hall del hotel tomando birras. A todo esto nosotros buscábamos a un tal J., no el cantante de Los Planetas, sino un jefe de prensa o algo así, porque mi colega tenía que darle caviar para llevárselo a un amigo en común. Sabíamos de él que es bajito y tiene bigote. El susodicho no vino a la concentración, según nos confirmó el periodista el día antes. Pero nos dijo que se lo comentáramos a otro encargado de la federación.

Así que estábamaos buscando a J. cuando apareció otro periodista, bastante estúpido por lo que deduzco de su escasa educación. Le preguntamos si sabía si había alguien de la federación y debió intuir, erróneamente como todos, que veníamos a por autógrafos o vete a saber qué.

«Los jugadores visten con chándal negro, quizá los veáis por ahí».
«Mira amigo, me la traen al pairo los jugadores. Lo que queremos es dar un paquete para J.».

Eso le descolocó de modo que nos dejó dos nombres que no nos sirvieron para nada. Uno de los nombres era Antonio Limones. Lo escribo entero porque me gustó un apellido tan frutero. Limones.

Cuando perdíamos la esperanza entró en el hotel un hombre bajito y con bigote. Mi amigo dijo «ése es J» y fue a preguntarle. Tristemente se trataba de un iraní despistado.

Finalmente apareció A.Villar, presidente de la federación, acompañado de una comitiva de abuelos. Todos con puro y cara de haber pasado ya por el trago del famoso coñac armenio.

Y ahí fue donde apareció la preclaridad de Villar, con el que charlamos unos minutos. Nos regaló entradas, diciéndonos «os las daría para el palco pero seguro que la liamos y nos terminan echando». Y antes de irse una reflexión curiosa por su parte: «no olvidéis nunca que lo más difícil en esta vida es ser una persona normal y corriente». Filosofía española de sobremesa de toda la vida, de ésa que me gusta a mí.

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Bueno, ya que teníamos una entrada nos fuimos a ver el fútbol. Antes de comenzar el partido empecé a ignorar al grupo español (típica comitiva sin humor, rasgo distintivo de los españoles en los últimos años) y charlé con los armenios. Un militar me quiso echar por meterle un banderazo a un niño aunque, obviamente, no captó que estábamos de cachondeo.

En la segunda parte empezó a llover así que subí unas escaleras y me fui a ver el partido con los armenios, junto a una chica morena bastante guapa, por cierto. Ante la entrada en el campo de nuestro apreciado Iniesta empecé a corear su nombre. Marcó Armenia, marcó España y los armenios que me rodeaban gritaban «Iniestaaaa» mientras un periodista de onda cero, si no recuerdo mal, se moría de la risa. Un abuelo me preguntaba por el barça y la gente seguía coreando el nombre de Iniesta.

Terminó el partido y los militares nos tuvieron esperando diez minutos. Luego me fui con mi amigo, pisando charcos, hasta un bar.

Ese fue el primer día de una larga historia que ahora por cansancio, resaca y obligación moral de limpiar el piso no puedo continuar. Pero si quieres lo haré.
Porque lo más interesante está por venir.

Un abrazo

Barcelona, 2 de junio de 2009 (el incidente)

Querido Andrés,

ha pasado ya una semana del incidente, pero debes conocer la historia, porque reirás. Omitiré algunos detalles y daré nombre falsos, por si acaso, y porque así parece más emocionante.

Resulta que un sábado subí a un pueblo, cerca de Palamós, a pasar el día con Roger, que vino el fin de semana. Ups, dije que iba a poner nombres falsos… Bueno, pues tiene un amigo que se llama Sawyer que es monitor de vela, y nos dijo, veniros, y vamos a dar una vuelta con un velero. Bien. Vamos al puerto, cojemos los chalecos, las velas y hacia el barco. La verdad es que varios de nosotros estábamos ligeramente preocupados porque éramos seis, lo ideal eran cuatro, hacía bastante viento, y entre nosotros estaba Aleix, con su camiseta de los Lakers, que si sentado en un sofá ya es un terremoto, pues imagina en un barco, con la botavara, que es el palo que va de lado a lado y que barre todo lo que se ponga en medio, sobre todo cabezas.

Pues es subirnos al barco y pumba. Grita el patrón: “no va, no va!!” Y el barco, con la vela desplegada, saliendo del puerto y directos hacia otra plataforma con otros barcos amarrados. “No gira, no gira!!” Y durante varios segundos que se hicieron larguísimos fuimos golpeandnos con otros barcos y contra el muelle. Yo suelo ponerme nervioso con tonterías pero en esta ocasión recuerdo una tranquilidad sorprendente, creo que porque nada de lo que yo hiciera serviría para arreglarlo, pero cuando ví que la botavara iba suelta y que cualquier cable se iba a enganchar ya asumí que algo iba a pasar, y entonces me tranquilicé todavía más. Pero sólo tumbamos un poste de luz de metro y medio y raspamos unos barcos.

El barco seguía sin girar y nos vimos de frente contra la proa de un yate, y Roger el primero, le gritamos. Recuerdo que su novia estaba agachada protegiéndose la cabeza con las manos. Esta imagen resume bastante bien la incertidumbre de esos segundos hasta que el patrón se dio cuenta de que no había bajado la orza, que es como una quilla que sirve para que el timón funcione, sin eso no giras.

Y cuando lo bajó, lo inmediatamente posterior que recuerdo es que Aleix estaba con un cacharro de plástico achicando agua y diciendo: “Aquí hay mucha agua, no?” Miro mis bambas, y estaban hundidas en agua y pensé: No, ahora no… No fue a más, quizás entró por el hueco de la orza sin bajar. Total, que por consenso decidimos no salir del puerto, y estuvimos un buen rato haciendo maniobras. Llevé el timón, rollo Desmond.

Esta tarde estaba buscando blogs de vela para un tema de trabajo y he encontrado un post muy bueno, en el que se describe a un tripulante de regatas: el proel. Dice así, pongo unas líneas:

Es una persona que tiene que combinar la agilidad de un mono con la fuerza de un elefante, debe tener la vista de un gavilán, el oido de un ratón, la resistencia de un bambú cortado en noche de luna, debe poseer el pescuezo de una jirafa, para ver detrás de la vela de proa los barcos que navegan a sotavento, y la capacidad de respirar bajo el agua.

Solitario, en la proa de un barco a vela, poder, como un verdadero ermitaño, dedicarse a sus propias ideas, deberá estar siempre listo para ejecutar ciegamente toda orden que venga del cockpit, aunque sea trabuchar seis veces en cinco minutos.

Solo puede fumar o alimentarse cuando hay viento de popa, pues de otra forma el agua lo arrancaría de cubierta con sandwich y cigarrillos en dos tiempos.

Es del blog Kolo Sailing, mira la foto.

Otro tema que quería comentarte: Angelo. Lo puse en Twitter pero es tan fugaz que mejor lo pongo aquí. La clave creo que son los árboles sicamores, la lechuza, y sobre todo la brisa. Convendrás conmigo en que la brisa es fundamental en Lynch.

Sólo cómo se compuso la canción podía superarlo. Angelo, that’s Twin Peaks.

Barcelona, 16 de febrero de 2009

Querido Andrés,

estoy un poco constipado y tengo algo de fiebre pero voy a acabar de explicarte la anécdota de este fin de semana que subí con mi hermana y sus amigos a la Costa Brava. La del tío que intentó sabotear mis torradas de pan de pagès a la barbacoa poniendo bimbo a tostar en el horno ya te la he contado. Hubo un par más. Después de cenar jugamos al mentiroso con las cartas. Fue divertido porque entre los que estábamos las estrategias eran muy dispares. Mientras unos nos lo tomábamos en serio -todo lo serio que se puede tomar un juego así-, otro fiscalizaba cada movimiento. Pero hubo un figura cuya única motivación era reirse, y cuanto más en serio se lo tomaba aquél, más grande era el gag que él hacía. Por ejemplo cuando sólo quedábamos los tres, yo tenía tres dieces y acababa, pensaba que me tocaba a mí, puse tres cartas y dije: Tres dieces. Pero le tocaba a él, así que retiré mis cartas para que tirara él y de entre todas las posibilidades, escogió tres cartas, y dijo: “Tres dieces”. Grande, da igual si yo ganaba, lo importante era el gag. A ese mismo le oí decir esta frase al día siguiente: “Si no fuera por el clima dormiría siempre al raso”. Tengo que preguntarle para que me explique dónde va a dormir cuando llegue el buen tiempo.

Al día siguiente iba a bajar a Barcelona en bus pero salía tarde así que Pau me acompañó en coche hasta la estación de tren en Flaçà. No sé qué pusimos en el GPS, si la ruta más corta o la más rápida, pero yendo por el buen camino nos desvió de la vía principal a una carretera secundaria, estrecha y con curvas, que unía los pueblos de Foixà y Sobrànigues. Mientras nos sorprendíamos por un paisaje que no habíamos visto antes nos cruzamos con un coche de época, un Mini, luego otro, y varios más, hasta se cruzó un Ferrari. Algunos iban rápido. Sería una concentración de coches de época. Cuando bordeamos el Ter, Pau comentó sin darle demasiada importancia: “Está para quedarse a ver llegar la primavera”.

Un rato después nos asustó uno de aquellos coches, al salir del puente tomó la curva mal y venía directo hacia nosotros a toda velocidad. Casi detuve el coche y él derrapó dando un volantazo, pasó a varios centímetros. Un rato entretenido. Luego me reía pensando que Pau estaba a punto de tomarse un café y hacer la sobremesa cuando le pedí que me llevara, en teoría a la esquina. Cuando tendría que haberle dicho, mira, deja lo que estás haciendo porque nos vamos a ir a treinta kilómetros, nos vamos a perder, vas a ver unos bosques que no has visto nunca, e iremos en contra dirección de un rally de coches de época.

Para acabar te recomiendo esta lectura: Enrique Vila-Matas, el impostor. Al final creer es la clave.

Debe hacer frío en Rusia,

Ánimo.

(actualizado a las 9:39)

Barcelona, 7 de octubre de 2008

Querido Andrés,

como hace varios días que no nos encontramos en gmail, aprovecho este espacio para explicarte algunas historias recientes de las que nos gusta comentar. El viernes pasado Llorenç me llevó a un concierto del LEM en el auditori del MACBA. Como homenaje a las tardes que pasamos en aquella sala escuchando a Francisco López hablando de la noosfera, nos sentamos en las mismas sillas que solíamos ocupar. Fue agradable volver a sentir aquella oscuridad, aunque el concierto no me gustó demasiado. El artista era Llorenç Barber, entrado en años y según comentan, uno de los pioneros del minimalismo en España. Pero como digo, no me gustó. Sí fue divertido, porque apareció tras una puerta con una campana y un mazo, y fue dando vueltas por la sala hasta que llegó al escenario, donde le esperaban una decena de campanas colgadas del techo con una cuerda. A veces recitaba un monólogo rapidísimo mientras modulaba la voz, y otras tocaba las campanas. También se subió a una escalera, se puso un platillo en la cabeza y lo estuvo golpeando un rato. Aquel momento en concreto sí me gustó, por el sonido y el gag, pero las campanas, en general, no me interesan. Te recomiendo la radio del MACBA, porque tiene un programa, Recerca, con un monográfico sobre la música experimental en España, y podcasts de Esplendor Geométrico y Francisco López, entre otros. Este último, por cierto, con el testimonio de Rafael Flores (Comando Bruno).

Cambiando de tercio, hoy he tenido diversos contratiempos. El primero ha sido con el bicing. Al acercar mi tarjeta a la máquina ponía que mi bicicleta ya estaba en uso, que no podía coger dos. He llamado y me han dicho que la cogí ayer y que todavía no la había devuelto. Lo más probable es que fuese un error de la máquina. Total, que hasta mañana no puedo usar el bicing y me cobrarán 150 euros que luego tendré que reclamar por fax. Luego, cuando he llegado a casa he visto que tenía nuevamente un cargo extra en la factura de Telefónica por llamadas que no he hecho porque no tengo el teléfono conectado. He llamado a facturación (1004) y me han dicho que llame a averías (1002), para decirme, cómo no, que tenía que llamar al 1004, que yo no tenía ninguna avería. He intentado explicarle que en el 1004 me han dicho que probablemente se trate de un cruce de líneas o de un fallo del adsl, pero el hombre insitía en que si yo hacía y recibía llamadas no tenía una avería y por lo tanto no podía tomar nota. Se lo he explicado de varias maneras y parece que lo ha entendido aunque no preveo una solución rápida. Luego lo comentaba con Miquel y me ha dicho que otra opción “es ir desde el principio de borde, llamando para darte de baja y diciendo que cobran extra cada mes y como no lo solucionan te das de baja”. Le he respondido, no sin humor, que prefería ser un incomprendido amable, y me ha contestado: “Un pobre idealista que paga extra por el telefono y que se va a quedar sin bicing”.

Otra anécdota profundamente estúpida me ocurrió ayer. Fui a la farmacia a por unos preparados y aproveché para preguntar si tenía algo para el dolor de muelas, que tenía las del juicio y tomaba ibuprofeno pero quería algo que no me dañara el estómago. Y la farmacéutica me dijo: “Sí, toma Nolotil para alternar”. Me da un paquete y cuando llego a casa leo que pone: vía intravenosa o intramuscular. No sé si me expliqué mal o no me entendió, pero yo en casa no tengo jeringas ni sé cómo se utilizan. Supongo que la mujer pensaría que me acababan de operar y que me pincharan en un ambulatorio, o mejor, un practicante. Como tengo que volver a la farmacia devolveré el Nolotil, así que es probable que esta anécdota todavía pueda rematarse.

En otro orden de cosas, hoy he recogido un recorte de periódico que mi abuelo me dejó en casa de mis padres. No sé por qué, porque no he hablado con él sobre toros, quizás se lo diría mi madre, pero la cuestión es que había una fotocopia del ABC enrollada como un papiro. La noticia hablaba de un ciclo de conferencias sobre Antonio Ordoñez en Las Ventas. Y por el otro lado de la hoja había escrito a bolígrafo lo siguiente:

-Antonio Ordoñez-

Hijo de Cayetano Ordoñez – Niño de la Palma (formidable torero). Cuñado de Luis Miquel “Dominguín”, casado con su hermana Carmen González. Tío de Miguel Bosé, hijo de Dominguín, que a su vez es tío-primo de Cayetano Rivera y de Fran Rivera, hijos de Paquirri y de Carmina Ordoñez, sobrina de Dominguín, que su nombre era Luis Miguel González.

Tuve la suerte de verlos a todos en distintas ocasiones.

Aquí me despido, recuerda que debemos probar la videollamada de Skype.

Ánimo.

Barcelona, 22 de julio de 2008

Querido Andrés,

en breve nos encontraremos tras tu periplo ruso pero déjame inaugurar esta serie de correspondencia explicándote mi tarde de pandereta. Sabes, y bromeas cuando nos cruzamos en gmail, de mi curiosidad hacia el mundo taurino. Pues bien, el domingo estuve en La Monumental. Es la segunda vez que voy, justo un año después de la primera, y creo que tardaré menos en ir a la siguiente. Tengo todavía más interés y sospecho que si por algún motivo, familia o amigos, hubiera estado más cerca de los toros, me podría haber convertido en un gran aficionado. Soy, sin embargo, un espectador atípico, porque voy a La Monumental a ver los toros, con su público y su barra de bar. De sus gentes diré que hay turistas, pero también figuras de época, tipos de espalda ancha y callos en las manos, vestidos con más o menos gracia, desde el modelo jubilado que juega a la petanca a genuinas piezas de coleccionista estilo ganadero de la vieja escuela, con sombrero. Para darle más guasa al asunto nos sentamos junto a una madre y su hija: “Nosaltres no sabem si ens agrada, però és com el futbol, ho has de veure en directe”. Reconocí el acento catalán de Solsona y les pregunté de dónde eran, efectivamente. Un rato después la hija llamaba a una amiga para explicarle que estaba viendo a Francisco Rivera. Mientras, un vozarrón cruza la plaza: “Échale huevos al toro, como haces con los paparazzis”. Y la gente se ríe. Aunque el grito que más me gusta es el de “¡músicaaaaa!” Y la banda, si hace caso, se pone con un pasodoble. Por cierto, qué trágicos que son los pasodobles.

Como ves, el circo está dentro y fuera del ruedo. Pero en la arena hay bastante menos guasa y el duelo con el toro provoca un sentimiento contradictorio. Lo cierto es que el maltrato al animal es una salvajada, lo es. Pero también empiezo a entender porqué el toreo es un arte. Por eso me preocupa más que guste antes que haya o no corridas. Pero no entraré en el debate, hay que madurarlo. Sí te diré que en la plaza los silencios son sobrecogedores, que la imagen del hombre frente al animal es emocionante, y que jugarse la vida buscando la belleza en el movimiento es una de las tareas más disparatadas a las que uno puede dedicarse. Quizás también me atrae lo extraño del festejo, de su liturgia, del reglamento taurino y hasta de sus carteles, anunciando 6 toros 6. Nada más, pronto tendremos ocasión de comentar ésta y otras historias.

Ánimo.