[Escrito por mi amigo Sergio, al que suelo escribir en la categoría Querido Andrés]
Querido Gin,
te explico a continuación lo que sucedió en el segundo día, postpartido.
Obvié en mi relato el recuerdo de un homosexual tatuado gritando en un bar la noche anterior “I love Iniesta. Fuck Madrid”. Lo cual me ha recordado, aunque no venga al caso, cómo cuando el Barça ganó la Copa de Europa lo celebré en un bar, donde estaba siempre aunque no tuviera nada que celebrar, y un ruso se acercó a mí para decirme “Iniesta is God”.
Básicamente, creí que tenía que intentar hablar con Andrés Iniesta dado que parece que el destino asocia a sus fans más inexplicables con mi persona. Bueno, pues por segundo día consecutivo aparecemos en el hall del hotel, siendo los primeros clientes del bar (estamos hablando de mediodía). Así que un café, para dar buena imagen, y posteriormente cervezas. Los jugadores tenían día libre, era domingo, y además el día de la ciudad. En la plaza habían organizado una especie de andamio gigante donde, se supone, habría un concierto estelar.
Conocimos al cocinero de la federación, con el que conversamos acerca de la ausencia de vegetales de calidad en esta ciudad, pero ensalzamos sus frutas (concretamente sus albaricoques) y su coñac, aprovechando para recomendarle la versión de 20 años, que debe comprar, y que hace poco degusté en un restaurante georgiano, con gusto para mi paladar y dolor para mi bolsilo.
Nos prometió darnos al día siguiente dos botellas de vino de la bodega de Aitor Karanka (exjugador de no excesiva fama), dándonos así la excusa para volver en el tercer y último día de la selección al hotel. Por último, mi colega le llevó a la puerta y le recomendó un supermercado (!) en plan “mira, ves esa calle, allí tuerces a la derecha, sigues recto dos minutos y lo verás”. No tiene pérdida.
Bajó Fernando Hierro con su ordenador portátil, al cual ni saludamos ni tampoco hizo el ademán de hacerlo él al ver que éramos españoles, y se parapetó en otra mesa con componentes de la federación, tan impresentables como él. Paradójicamente desde el momento en el que se conectó a internet se jodió nuestro wifi y la red local de teléfono durante HORAS. Debo decir que, para mí, sin dudas, él fue el culpable de la incomunicación que padecimos durante horas.
Apareció Vicente del Bosque, entrenador del equipo, con el que mi amigo se hizo una foto. En agradecimiento le soltó la siguiente perla. “Vicente, yo te conocí hace años, cuando era niño. Dabas un clinic sobre fútbol. Y tenías pelo entonces”.
Empezamos a escuchar barullo en la calle y vimos que la multitud se agolpaba, de espaldas al concierto, mirando a la puerta del hotel. Ya que los jugadores iban a llegar de su día libre. Entró primero uno que jugó en el español y ahora en el liverpool y llevo tres días pensando en su nombre y no me acuerdo. Paso de buscarlo en internet. Entró Piqué. Alguno más. Entró Casillas. Le dije a mi colega “mira, Casillas” pero no hice el más mínimo intento de levantarme. “Yo soy del atleti”, dijo mi colega mientras seguía mirando si su móvil funcionaba.
Entraron varios. Pero no Andrés Iniesta. Ya que la coordinadora de la selección recomendó a los que quedaban por venir que entraran por atrás. Frustrando mis posibilidades de preguntar a Iniesta por el mejor hotel de Fuentealbilla.
Pero el momento de la tarde fue el siguiente. Entró Sergio Ramos, defensa del Madrid. De repente, mi amigo se levantó y fue hacia él como una flecha. En realidad, mi amigo sólo quería ver a Fernando Torres por algún tipo de nostalgia atlética supongo. Se acercó y le dijo “Fernando, ¿te importa que nos hagamos una foto?”. Mientras yo sostenía la cámara, y Sergio Ramos pasaba el hombro por la espalda de mi amigo, en el momento en que yo hacía la fotografía, el jugador dijo “no soy Fernando, soy Sergio”.
Una vez mi colega le dio las gracias se sentó a mi lado y me dijo….”joder, ¿pero éste tío quién es? que dice que se llama Sergio”. Le expliqué que era un defensa y me dijo “ya me parecía raro que fuera Torres, por el pendiente brillante que lleva en la oreja y me ha dejado ciego”. Total, que su ilusión por poner la foto en facebook para mostrarla a sus amigos atléticos quedó destruida cuando le dije que jugaba en el madrid. “No me jodas”, dijo mientras me miraba con ojos de rata asustada. “Hostia, pues voy a borrarla”. Le convencí de que no lo hiciera porque pensé que era la primera foto de Fernando Torres disfrazado de Sergio Ramos que hay en el universo.
Y al final apareció Villar de nuevo, dándonos su opinión sobre la unión europea, las federaciones de fútbol (o como “me opongo a hacer un grupo de federaciones ricas, cosa que me piden italianos e ingleses, me critican por robar el dinero pero mientras tanto soy el único presidente que lleva al equipo a países como Macedonia para jugar gratis”) y ligeramente sobre la prensa. Aprovechamos, por justicia, para agradecerle el hecho que siendo el presidente fuera, curiosamente, la ÚNICA persona de la delegación que nos trataba, a los españoles que vivimos aquí, con algo de calidez. “Ya os dije que ser normal es lo más difícil en esta vida”.
Así que me quedé con las risas de Villar en mi cabeza y con la intención de volver al día siguiente a por mis botellas de vino. Y preguntándome si Sergio Ramos pudo dormir esa noche.
Si quieres terminaré la historia. Por lo demás, paradójicamente, nos fuimos sin ningún autográfo de nadie ya que, sinceramente, no le veo utilidad alguna.
Saludos desde Armenia (la selección se fue, pero la gente sigue viviendo aquí. Lástima).