Querido Andrés,
en Nochebuena cogí un taxi para ir a cenar a casa de mis padres. El conductor era simpático, ecuatoriano. Doce años en España, no ha vuelto ni tiene ganas de volver a su país. Le pregunté por la música del Valle del Chota, me dijo que es la región con más negros de Ecuador. Es verdad, llevaron a los esclavos africanos. De allí han salido futbolistas, no me preguntes cuáles. Dice la wikipedia que “su principal manifestación es la música y su destreza para bailar y tocar la bomba, el tambor y otros instrumentos muy rudimentarios y se dedican a las labores agrícolas”.
Llegamos a destino, bajo del taxi y camino los 40 metros hasta el portal. Cuando estoy metiendo la llave en la puerta veo a un chaval corriendo, me mira, se para, y viene hacia mí: “Me persiguen, me han apuntado con una pistola, déjame entrar”. Y mientras entramos y cierro la puerta rápido, pienso, ¿y si es un truco para atracarme a mí? Pero me lo creo, está temblando. Me dice que es el encargado del Caprabo que hay al lado, que era el último que quedaba y que al salir y cerrar la puerta se le han aparecido dos tipos con “pasamontañas hasta la nariz” (braga, entiendo), y una pistola, y le han dicho: “No corras, no corras”. Y se ha puesto a correr. No sabemos si están dentro de la tienda robando o si se han ido.
Como el portal de casa de mis padres tiene unos ventanales grandes a los lados, le digo que nos apartemos, no vaya a ser que se monte un tiroteo y se complique la noche. Porque verse involucrado en un tiroteo en Nochebuena es un giro del todo inesperado. Nos escondemos, pero no del todo, él tira sus cosas al suelo, yo no dejo de mirar a través del cristal por si veo a los atracadores. Le digo que llame a la policía. “Eran dos, bla, bla… de aspecto magrebí… me han puesto una pistola en la cara”. Luego llama a su jefe: “…creo que he cerrado bien, si no, saltaría la alarma… estoy en el portal de al lado con un señor (el señor soy yo), es un cliente…” Me mira, ni asiento ni niego, he comprado tres veces, no vivo ahí, pero al jefe eso no le debe interesar. Tengo ambas conversaciones grabadas en vídeo con el móvil, pero entre que desde el HTC no puedo exportar por Bluetooth a Mac, y que no sé si es legal reproducir el audio, no lo colgaré.
La policía tardó bastante, más de diez minutos creo. Llamé a mis padres para decirles que estaba en el portal con el del Caprabo, que le habían intentado atracar, esperando a la policía. Y me dijeron: “Vale”.
El chico me explica que hace unos días la empresa envió un e-mail advirtiendo sobre los riesgos del cierre y los atracos. Y esa misma tarde se lo habían dicho de nuevo. Tenía algo de preclaro, cuando dice “nunca sabes cómo reaccionarás si te apuntan con una pistola. No corras, no corras, sí, no corras… pues yo he corrido”. “Yo no sé qué habría hecho ni qué hay que hacer pero te ha salido bien”, le digo. También es ecuatoriano, podría haber sacado el tema del Valle del Chota, pero ya sería demasiado gag.
Al rato se asoma un hombre por el cristal: “es aquí, es aquí”. No sé si abrir, miro al del Caprabo, el hombre saca una placa de policía, abro la puerta. Son dos mossos de paisano. Empiezan con las preguntas. Yo no he visto nada. Se van hacia el Caprabo, le doy una palmada en el hombro al chaval, que vaya bien. Me da las gracias, un día de estos iré a saludarlo.
Después de cenar bebimos tu cognac armenio, es delicioso. ¿Se toma sin hielo, no? Otro día te cuento más.
Viva Ecuador: Chiquito y juguetón.